miércoles, 16 de noviembre de 2016

"Ni Obama ni nadie pueden prever una tormenta solar catastrófica"



Desde el pasado mes de agosto, se han sucedido las informaciones que aseguran que Barack Obama, ahora presidente saliente de Estados Unidos, había ordenado a la nación hacer acopio de alimentos y agua ante la inminente llegada de una tormenta solar catastrófica.
Algunas de esas informaciones daban incluso un plazo de 120 días dentro del cual iba a producirse algún tipo de desastre provocado por el Sol



 "Ni Obama ni nadie en este planeta pueden predecir (al menos con la tecnología actual) si un evento de este tipo va a tener lugar".

El físico solar del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Héctor Socas, explica que a lo más que se puede aspirar hoy en día es a observar la estrella mediante telescopios y, si se produce una tormenta que despida plasma en dirección a la Tierra, calcular cuánto tardará en llegar hasta el planeta, cosa que llevaría entre uno y dos días.
¿A qué se han debido entonces esas informaciones?


Como astrofísico especialista en el Sol, ve estas noticias en la prensa y ¿qué piensa?

Bueno, lo que pasa es que ha habido mucha confusión. Hay dos cosas, una parte es cierta y la otra es confusión mediática. La parte cierta es que efectivamente el Sol es una estrella activa y sufre una serie de procesos, y eso da lugar a lo que llamamos tormentas solares. Han ocurrido toda la vida, pero ahora afectan a nuestra tecnología. Nosotros, como sociedad, cada vez dependemos más de las telecomunicaciones: satélites, GPS, teléfonos móviles... Toda esta tecnología es vulnerable a los efectos de una gran tormenta solar. Hasta ahora hemos tenido consecuencias, sobre todo en países de latitudes altas, pero nada demasiado catastrófico como lo que pensamos que podría llegar a ocurrir. Se toma como referencia el evento Carrington, ocurrido en 1859, el ejemplo de lo más extremo. Si una tormenta como esa tuviera lugar hoy día, probablemente dañaría infraestructuras por valor de tres billones de dólares, que es lo que se calcula que costaría arreglar todo de nuevo. No sabemos exactamente cómo de catastróficas serían las consecuencias porque es algo sobre lo que no tenemos experiencia. No ha ocurrido algo tan grave desde entonces y los estudios que hay son pocos y limitados. Pensamos que podría provocar una crisis financiera, pero no estamos hablando de algo apocalíptico o de que vayamos a morir todos, pero sí de algo con lo que habría que tener cuidado.
Entonces ¿afectaría solo a la red eléctrica, a los aparatos eléctricos?

Exacto. No habría que encerrarse en casa, aunque aumentaría un poco la radiación, pero no sería algo que afectase a la salud de las personas. Sería más bien un efecto en la tecnología y, como cada vez dependemos más de ella, se valoran mucho los daños económicos que esto podría tener.

  
¿Cómo de probable es que ocurra algo así, como el evento Carrington, de nuevo?

Se calcula que hay una probabilidad del 10% cada diez años. El último fue en el siglo XIX. Es algo que va a pasar en algún momento, pero tampoco hay que estar alarmados. En los próximos 50 o 100 años es casi seguro que ocurrirá, y tenemos que estar preparados como sociedad. Esto no quiere decir que la gente tenga que, como se ha dicho en algunas noticias, hacer acopio de alimentos y agua. Simplemente lo que hace falta es que las autoridades inviertan en que las infraestructuras tecnológicas se construyan con la suficiente robustez para soportar estos procesos, que pueden ocurrir. Esta es la parte de realidad. Aquí en Canarias convivimos con el riesgo de que ocurra una erupción volcánica y no pasa nada. No nos asustamos, aunque sabemos que eso está ahí. Con esto es lo mismo: hay un riesgo pero no hay que asustarse.
¿Y en cuanto a la parte de confusión mediática?

Estados Unidos lleva aproximadamente dos años tomándose esto muy en serio. La Administración Obama ha trabajado en un plan, que es sobre todo de coordinación de las diferentes agencias que abordan estos asuntos. Es como si aquí el Gobierno canario y los cabildos prepararan un plan de emergencias para casos de erupciones volcánicas. Es algo que hay que hacer para tener cierta preparación, por si ocurre, pero no hay que entender eso como que ellos saben que va a ocurrir algo mañana.
¿Y por qué se ha interpretado así?

Lo que ha pasado es que ha habido elecciones, y lo que suele ocurrir cuando un presidente llega al final de su mandato es que todas esas iniciativas en las que ha estado trabajando las plasma en leyes. Lo que ha dictado Obama es un decreto para plasmar en una ley esa hoja de ruta en la que llevan dos años trabajando. En inglés, lo que ha dictado es una executive order, que se ha traducido como una orden ejecutiva, pero en realidad habría que traducirlo como decreto. Es decir, han aprobado una ley para organizar esa coordinación entre agencias. Al traducirlo, en muchos medios se ha interpretado como que Obama ha dado la orden de prepararse. Suena como que va a pasar algo inminente, y eso no es así. Sí, se trabaja en un plan de preparación, pero es un plan a largo plazo.
Incluso se daba un plazo de 120 días. ¿Puede predecirse una tormenta solar?

No sabemos cuándo va a producirse. No sé de dónde ha salido ese plazo, pero seguro que ni de la Casa Blanca ni de la NASA.
En Alemania también ha habido noticias sobre que la población debía prepararse. Algunos medios lo vinculaban al decreto de Obama.

Fue una información del ministro del Interior que tenía que ver más con una alerta terrorista que con catástrofes por actividad solar. De hecho, generó mucha polémica porque no había una amenaza específica.
Lo que se preguntaba mucha gente al leer esas noticias es qué sabe Obama que el resto no conoce. Se ha llegado a decir que quería dejar avisados a los ciudadanos antes de irse.

Obama no sabe nada porque no podemos saber nada. Científicamente no conocemos lo suficiente del Sol como para predecir que vaya a haber una tormenta. Desde que observamos con los telescopios que ocurre una explosión en el Sol y que viene hacia la Tierra tenemos aproximadamente un día o dos hasta que nos llega. Más allá de eso no tenemos absolutamente ninguna capacidad de predicción.


En agosto de 2015, hubo una explosión en el Sol con la potencia del evento Carrington, pero no vino en dirección a la Tierra.

Sí, y esa es una de las cosas que ha precipitado todo esto. Hay unas sondas de la NASA que se llaman Stereo A y Stereo B y que están en la misma órbita de la Tierra, pero en dos posiciones complementarias, para estar viendo el Sol desde varios puntos diferentes. Stereo A fue impactada por una tormenta solar que, al analizar los datos, se comprobó que era similar en potencia al evento Carrington. No nos llegó aquí, sino a Stereo y por eso pudimos medirla. El que pase algo así, tan cerca, ha hecho que haya una motivación para prepararnos más ante algo similar. Por eso ahora los estadounidenses se están tomando más en serio estas cosas. Eso en cuanto a la sociedad civil, pero los militares de EE UU ya hace tiempo que lo hacen. Han identificado una red de satélites que consideran estratégica para la seguridad nacional y todos ellos tienen una réplica idéntica en tierra, en un almacén, lista para ser lanzada en cualquier momento. Es un plan de emergencia que cuesta muchísimo dinero, para, en caso de un ataque enemigo o un evento solar catastrófico, poder reponer toda la red en un plazo de una semana.
¿Y qué es exactamente una tormenta solar y por qué ocurre?

Son fenómenos electromagnéticos. El Sol es una enorme bola de plasma (como el de los televisores, solo que más denso y más caliente), tan grande que la Tierra cabría dentro de ella un millón de veces. Ese plasma está sujeto a movimientos muy vigorosos, porque tiene actividad (como aquí hay terremotos). Son procesos muy potentes que generan campos magnéticos. La interacción de esos campos con el plasma cargado eléctricamente da lugar, con relativa frecuencia, a inestabilidades y explosiones que todavía no entendemos muy bien. En eso trabajamos aquí, en intentar comprender por qué ocurre, cómo ocurre. Las explosiones lanzan al espacio material solar, son proyectiles de plasma magnetizado. Si eso llega a la Tierra, interactúa con el campo magnético terrestre y pueden pasar varias cosas, entre ellas las tormentas geomagnéticas, que son perturbaciones del campo magnético de la Tierra. Por eso es vulnerable la tecnología.
Y es imposible prever que haya una explosión. Simplemente se observa y se calcula cuándo llegará a la Tierra.

El Sol tiene un ciclo de 11 años en el que tiene un máximo de actividad y un mínimo. El máximo más reciente fue en 2013, y ahora estamos bajando. Durante la parte de mayor actividad, estas explosiones pasan varias veces al día, y durante el mínimo, cada dos semanas más o menos. Las hay más potentes, menos, y salen en cualquier dirección. Que salga una justo hacia la Tierra es poco probable, pero puede pasar.
Tal vez deberíamos preocuparnos más por el campo magnético de la Tierra, que se está desplazando unos 50 kilómetros al año y está perdiendo potencia.

Sí, ese escudo magnético nos protege, hasta cierto punto. Amortigua el impacto de las tormentas solares y de los rayos cósmicos. Este campo también es variable y tampoco lo acabamos de entender del todo. Sabemos que cada cierto tiempo, cada 100.000 años más o menos, el campo cambia su polaridad, es decir, el polo norte se convierte en el sur y viceversa. Eso ocurre, en escala geológica, muy rápidamente, en unas pocas décadas. Estamos ahora en un periodo en el que sabemos que el campo se está debilitando y desplazando. Hay quien cree que estamos en un periodo en el que se va a invertir y eso no es bueno porque durante la inversión hay un periodo de tiempo en el que estamos desprotegidos, sin escudo. En ese momento, una tormenta solar sí sería más peligrosa.



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